con
La Castellana

Un anís,

una botella

La Castellana, marca icónica de Anís, se fundó en 1894 de la mano de la familia de Nicomedes García en Segovia.

La compañía nace de un sueño del fundador: “Crear un producto de calidad que perdure en el tiempo, fruto de un conocimiento del oficio, y que contribuya al crecimiento de la tierra que le vio nacer”.

Todo en la marca habla de amor al oficio, de calidad y de una forma de entender la vida que supera el paso del tiempo.

Su icónica botella y “La Castellana” protagonista en su diseño de packaging habían acompañado la marca en sus más de 100 años de historia.

Beam Suntory, acudió a nosotros con un retador proyecto. El objetivo era relanzar la marca y crear una nueva arquitectura alineada a los futuros territorios de producto sin anís como La Castellana Cacao, pensado para alargar y dar sabor a un momento muy nuestro: la sobremesa.

Nace Destilerías Castellana

El proyecto se inició con una labor de investigación a través de los más de 100 años de historia de la marca, con el objetivo de encontrar su esencia. Reinterpretarla y proyectarla. Durante el proceso, con el equipo de Beam Suntuory, identificamos unas facturas antiguas firmadas por “Destilerías Castellana” y entendimos que la marca necesitaba dar un paso atrás en la historia.

Debíamos evolucionar su denominación hacia ese “Destilerías Castellana” que había sido en el pasado, y que aportaba a la marca las credenciales suficientes para salir de la categoría de anís, y le dotaba del expertise necesario para abrir su portfolio a las nuevas necesidades del consumidor.

Un nuevo paradigma, un nuevo diseño

La labor de diseño fue minuciosa, y muy respetuosa con el lenguaje que se había creado. Debíamos potenciar la iconicidad de la marca, construir desde el heritage y respeto de lo que llevaba casi 100 años formando parte de la marca.

Desde un inicio, tuvimos muy clara una premisa: debíamos convertir al personaje femenino de la etiqueta en el key visual de la marca. Se retrabajó la ilustración de “La Castellana” con el objetivo de convertirla en un icono, más diferencial, más notoria y sobretodo con un punto más de carácter. Queríamos que fuera simpática, pero que transmitiera personalidad; un poco como nuestros productos, agradables en boca, pero con un toque inconfundible.

Maximizamos el tamaño de nuestro nuevo key visual y lo simplificamos para mejorar su reconocimiento tanto a tamaños pequeños como a largas distancias.

La etiqueta, un homenaje

En cuanto al diseño del resto de la etiqueta, lo trabajamos teniendo en mente el nuevo posicionamiento de la marca: Honesta, sin pretensiones; hecha para ser disfrutada, paladeada, sin prisa y con mucho gusto.

Y así es el diseño de la etiqueta, llena de detalles, de pequeños homenajes al fundador y a su ciudad de origen: Segovia. Con una voluntad de poner en valor la herencia del pasado, que nos permite hacer un producto, y un diseño tan actual y atractivo para el consumidor.

La tipografía de la marca, también fue re-dibujada a mano a partir de la Frontage Condensed. Retocando cada punto con la artesanía que la marca merecía.  El resultado, una composición equilibrada a la vez que robusta. Con ligero “olor” al pasado, pero con mucha actualidad y tendencia.

Por último, debimos identificar elementos unificadores y diferenciadores en el diseño que nos permitieran ampliar la gama. Generando recursos para que cada una de nuestras variedades pudiera hablar el lenguaje de la categoría en la que se encontraba.

Así, generamos dos diseños con alta diferenciación, pero con una gran herencia compartida.

¿El resultado? Un diseño para degustar, sorbo a sorbo. Rico en matices y un punto complejo. Pero sin duda, para ser disfrutado con calma.